¿Por qué la música de Ludovico Einaudi no es música clásica?

¿Por qué la música de Ludovico Einaudi no es música clásica?

Una reflexión sobre etiquetas erróneas, estrategias de mercado y la invisibilización de la verdadera música clásica contemporánea.

En los últimos años, nombres como Ludovico Einaudi, Max Richter o Ólafur Arnalds se han vuelto omnipresentes en las playlists de «Classical Music» de plataformas como Spotify o Apple Music. Muchos oyentes, al enfrentarse a esta etiqueta, podrían pensar que están escuchando música clásica en el sentido estricto del término. Pero ¿realmente lo están? ¿Es justo incluir estas composiciones dentro del vasto y exigente canon de la música clásica, o estamos frente a un fenómeno de mercadotecnia disfrazado de curaduría artística?

Para entender por qué la música de Ludovico Einaudi no puede considerarse música clásica en el sentido académico y tradicional, es esencial partir de una definición precisa. La música clásica, en términos históricos y musicológicos, se refiere a un periodo concreto de la historia de la música occidental, comprendido entre 1750 (tras el fallecimiento de J. S. Bach) y 1820, con compositores como Haydn, Mozart y Beethoven como figuras centrales. Por periodos:

Renacimiento 1400-1600
Barroco 1600-1750
Clasicismo 1750-1820
Romanticismo 1820-1900

No obstante, en un uso más amplio y moderno, el término «clásica» puede abarcar desde el Renacimiento hasta la música contemporánea académica escrita con técnicas formales complejas.

La música clásica, por tanto, no se define únicamente por la instrumentación (como la presencia de un piano o una orquesta), sino por una serie de características estilísticas y estructurales: el desarrollo temático, la forma sonata, el contrapunto, el uso del sistema tonal de manera sofisticada, la notación detallada, la ausencia de improvisación, entre otras. Compositores del siglo XX y XXI como Ligeti, Boulez, Xenakis o Thomas Adès, por ejemplo, son parte del repertorio clásico contemporáneo —su música se estudia, se analiza, se interpreta en auditorios especializados— pero no aparece en las playlists de “Peaceful Piano”.

György Ligeti
György Ligeti

¿Qué hace Ludovico Einaudi, entonces?

La música de Einaudi, aunque emotiva, efectiva y estéticamente atractiva, es fundamentalmente minimalista, repetitiva, tonal y armónicamente simple. Utiliza progresiones de acordes sencillas, texturas atmosféricas y una estética melancólica que conecta más con el ambient y el pop instrumental que con la tradición académica clásica. En términos de estructura y complejidad, su música está más cerca del new age, del chill piano o incluso de la library music (música de fondo para cine o televisión) que del repertorio sinfónico o de cámara tradicional.

A pesar de esto, Einaudi ha sido promocionado por Deutsche Grammophon —uno de los sellos históricos más importantes de la música clásica— como si fuese un heredero legítimo de los grandes maestros. Su inclusión en este catálogo (junto a Max Richter, Hauschka, Alexis Ffrench (Sony Classical) y otros artistas de estética afín) forma parte de una estrategia de expansión de mercado, no de una evaluación estrictamente artística.

«Classical» como etiqueta de marketing

Spotify, como plataforma algorítmica, no se guía por criterios musicológicos, sino por moods (estados de ánimo), user engagement y segmentación demográfica. En este entorno, el término “Classical” ha sido vaciado de su contexto académico para transformarse en una categoría emocional: música tranquila, introspectiva, «para concentrarse», «para estudiar», «para relajarse».

En este sentido, la música de piano minimalista funciona muy bien: es accesible, no exige una escucha activa, no perturba, genera una atmósfera emocional suave. Pero al incluirla bajo la etiqueta de «Classical Music», se invisibiliza a los verdaderos compositores clásicos contemporáneos, cuyas obras sí continúan la tradición formal y estética del género, aunque con nuevos lenguajes y técnicas.

Sellos como Naxos, Parma Recordings, BIS Records o Toccata Classics siguen publicando música orquestal, de cámara y solista de compositores vivos que realmente trabajan desde la tradición clásica. Compositores como John Corigliano, Kaija Saariaho, Jennifer Higdon, Thomas Adès o Unsuk Chin desarrollan lenguajes musicales innovadores, que dialogan con siglos de tradición pero que rara vez llegan a las listas de reproducción generalistas.

Estas obras no aparecen en playlists porque no son «fáciles de consumir». Exigen atención, conocimiento, una escucha activa. Spotify no tiene incentivos para promover este tipo de música y los sellos clásicos pequeños no tienen el poder de negociación que sí tiene UMG (Universal Music Group), propietaria de Deutsche Grammophon o Sony Classical.

¿Por qué nos quieren hacer creer que Einaudi es clásico?

La respuesta es sencilla: porque vende.

El público general tiene una vaga idea de lo que es la música clásica. Para muchos, basta con que haya un piano y no haya letra. Las plataformas y sellos lo saben y explotan esa ambigüedad. Vender a Ludovico Einaudi como «clásico» permite abrir nuevas audiencias, aparecer en playlists prestigiosas y dotar a la música de un halo de sofisticación cultural sin que realmente lo sea. Es una forma de rebranding que beneficia a todos los actores comerciales… menos a los compositores clásicos de verdad.

Otros ejemplos: entre la electrónica y el piano

Este fenómeno no es exclusivo de Einaudi. Artistas como:

  • Nils Frahm
  • Ólafur Arnalds
  • Jóhann Jóhannsson
  • Philip Glass (en algunos casos)
  • A Winged Victory for the Sullen

Fusionan elementos de la música electrónica ambient, el minimalismo y el post-rock con el piano u orquestaciones ligeras. Su música es bella, sugerente, emocional. Pero tampoco es música clásica. Es música contemporánea en sentido amplio, o incluso música postminimalista, si usamos un término más técnico. Sin embargo, todos ellos figuran en listas como “Classical in the Background”, “Classical Sleep”, “Classical New Releases”, etc.

¿Nos están engañando?

No es necesariamente una conspiración, pero sí una estrategia comercial bien calculada. El problema no es la música en sí, sino su etiquetado engañoso. Al vender como “clásico” algo que no lo es, se trivializa un género profundamente complejo y valioso. Se difumina la línea entre el arte y el entretenimiento funcional. Y se margina a los compositores que realmente están aportando al lenguaje musical desde una tradición centenaria.

Es hora de llamar a las cosas por su nombre. Ludovico Einaudi es un compositor de piano contemporáneo accesible, no un clásico. Y eso no lo hace menos válido, pero sí diferente. Reconocer esa diferencia es esencial si queremos defender la riqueza y profundidad de la música clásica verdadera.